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Caracas 15 de noviembre de 2010
Por: Orlando Albornoz
La APUCV tiene una larga como honrosa tradición en defensa de la libertad académica y de autonomía. Por ello, personalmente, me permito un comentario acerca de un desliz infortunado en la materia, bajo la noción de censura académica, observado en relación al Nº 1 de la revista de la APUCV. El tema de la libertad académica y de autonomía es delicado, más en las actuales circunstancias del país. Justamente sobre este tema ha publicado las EBUCV una trilogía sobre el tema de la autonomía de la universidad y de la libertad académica, de la cual soy autor, y que considero de interés para quienes se hallen interesados en el tema.
Ocurre que he sido censurado en la APUCV. Me explico: se me solicitó un trabajo, lo cual acepté, con mucho gusto, y rápidamente lo envié a quien me había hecho la invitación. No supe más nada acerca de la edición de dicha revista, hasta que hace un par de días leí el Sumario del Nº 1 citado y no vi mi trabajo. Pedí explicación, amablemente, e indirecta e informalmente se me fue comentado que al parecer alguien había juzgado que en mi trabajo “se atacaba a la APUCV”.
No veo en el texto nada que pueda suponer un “ataque” pero en todo caso lo acontecido me remite a la inhóspita noción de censura académica. He exigido de la APUCV que publique mi trabajo en el próximo número de la revista, con el añadido de este comentario, valiéndome de la ética según la cual cuando una revista solicita un artículo –por las razones que sea- está obligado a publicarlo y en caso contrario explicar el porqué no.
En mi caso parece ser que algún promotor de la censura simplemente decidió no publicar el artículo, que, repito, me fue solicitado. No he recibido, lo que es normal en este tipo de procedimiento, la evaluación del árbitro, con el juico acerca del porque no se publicó dicho artículo, entendiéndose que cuando la colaboración es solicitada la publicación está garantizada ya que supuestamente el autor es por sí propio responsable de su contenido. En materia de publicaciones debemos aplaudir el arbitraje, pero rechazar el arbitrio. Lo primero es el camino técnico honorable; lo segundo es el capricho y el juicio oculto, siempre interesado. En la propia academia debemos mantener con absoluta pulcritud el predicado elaborado por, entre otros, recientemente, el profesor Kwame Appiah, en su libro The honor code: how moral revolution happen (2010). Esto es, violar nuestros principios, por nuestra propia asociación gremial, es simplemente inmoral y un deshonor. El problema no es, entonces, el del funcionamiento de una burocracia, estatal o gremial, sino una cuestión de honor, de honra, esto es, de principios irrenunciables e innegociables.
Para ilustración envío CC del artículo, sin haber modificado ni una coma del mismo. Mis colegas sabrán juzgar si la APUCV procedió correctamente. No me molesta en absoluto que así haya ocurrido, en lo personal. Mi record de trabajos publicados, en revistas arbitradas –más de cien- y más de mil en revistas o publicaciones no arbitradas, son un aval, con una tasa de aprobación de 97.3 y de citaciones fácilmente cotejables.
Lo que me preocupa es como el virus de la censura aparece en el sitio menos esperado, en la propia APUCV. Mi deseo es que ello haya sido un simple incidente, que la APUCV rectificará y seguirá en su firme defensa de los principios y valores académicos. Sería terrible que la APUCV hiciese en casa lo mismo que con toda razón denuncia en la calle. Naturalmente, no soy guardián ni de la autonomía ni de la libertad académica. Simplemente creo que ambos principios son básicos para el normal funcionamiento del sistema educativo a nivel superior y si se la viola e ignora, por parte del gobierno de las propias instituciones –como en este caso a APUCV- pues se debilita a la comunidad académica. Por ello es de aprovechar esta oportunidad para alertar a la misma que estos principios académicos son frágiles, y que debemos hacer todo los esfuerzos posibles para sostenerlos activos y eficaces en su funcionamiento. Por ello debemos los miembros de la academia expresarnos, para rechazar, en todo momento, las amenazas que se ciernen sobre los principios de la academia, entre ellos la autonomía institucional, la libertad académica, la responsabilidad social la trasparencia y el sublime mandato de buscar y defender la producción de conocimientos, una actividad improbable si aceptamos estos predicamentos contra la libertad académica.
Alguien podrá decirme que con este comentario “le estoy dando municiones al enemigo”. En esta oportunidad valdría la pena preguntarse, ¿Quién es el enemigo? En el mapa de quienes atacan a la autonomía y la libertad académica no se halla la APUCV, pero es obvio que desde la misma debemos ser cuidadosos y pulcros, en esta materia. La libertad es un difícil ejercicio, que alude a temores a veces no identificados y que he examinado en mi análisis de lo que llamo la mentalidad autoritaria.
Dejemos el autoritarismo a quienes carecen de la suficiente flexibilidad intelectual y académica, apoyados en los fundamentalismos de siempre. Atengámonos, con valentía, a la mente abierta, flexible, retadora y si se quiere ingenua propia de los académicos, pero no permitamos abandonar discutir estas cuestiones, aun al precio de que los exámenes que hagamos de la libertad académica y de la autonomía universitaria puedan terminar aludiendo a lo que hacemos en nuestras instituciones incluyendo, en este caso, a nuestra organización gremial, la APUCV.
Las limitaciones a la libertad académica; esto es, la censura, no es un hecho ni gratuito ni casual, sino que tiene efectos negativos indeseables en contra de la integridad académica. Tengo un sentido pragmático acerca de la cuestión y en todo caso cabe recordar la ética de Brecht, porque si hoy aceptamos que la APUCV censure un artículo, en este caso mío, queda pensar que en el futuro harán lo propio, con otros colegas, según el capricho, voluntarismo y falta de ética de alguna persona con una tijera en la mano, para cortar, recortar y suprimir lo que no le agrade.
Me permito citar al final de esta comunicación una frase de alguien bien informado de estos menesteres, Alan Sokal, quien el 3 de noviembre de 2010, en relación a un caso de plagio, expresaba en una carta al Editor de The Chronicle, que (la corrupción académica) “…is rather an offense against the ethical norms of the scholarly community as a whole”. Por ello debo advertir a mis colegas que mi interés en la libertad académica y la autonomía de la universidad no obedece a unos principios expuestos en forma retórica, sino que los vicios que tengan lugar en la académica tienen valor, negativo, dañino para la salud académica. Por ello he escrito este documento, pues sería trágico que a las violaciones que provienen del externo de las universidades se añada una tendencia generada al interno de las mismas, que niega con la misma ceguera la defensa de los principios y valores de la academia.
Artículo para APUCV/COMPROMISO GREMIAL Nº 1 2010
Profesor Titular, UCV. Investigador Emérito, PPI.
orla_al32@yahoo.com
Por: Orlando Albornoz
La APUCV tiene una larga como honrosa tradición en defensa de la libertad académica y de autonomía. Por ello, personalmente, me permito un comentario acerca de un desliz infortunado en la materia, bajo la noción de censura académica, observado en relación al Nº 1 de la revista de la APUCV. El tema de la libertad académica y de autonomía es delicado, más en las actuales circunstancias del país. Justamente sobre este tema ha publicado las EBUCV una trilogía sobre el tema de la autonomía de la universidad y de la libertad académica, de la cual soy autor, y que considero de interés para quienes se hallen interesados en el tema.
Ocurre que he sido censurado en la APUCV. Me explico: se me solicitó un trabajo, lo cual acepté, con mucho gusto, y rápidamente lo envié a quien me había hecho la invitación. No supe más nada acerca de la edición de dicha revista, hasta que hace un par de días leí el Sumario del Nº 1 citado y no vi mi trabajo. Pedí explicación, amablemente, e indirecta e informalmente se me fue comentado que al parecer alguien había juzgado que en mi trabajo “se atacaba a la APUCV”.
No veo en el texto nada que pueda suponer un “ataque” pero en todo caso lo acontecido me remite a la inhóspita noción de censura académica. He exigido de la APUCV que publique mi trabajo en el próximo número de la revista, con el añadido de este comentario, valiéndome de la ética según la cual cuando una revista solicita un artículo –por las razones que sea- está obligado a publicarlo y en caso contrario explicar el porqué no.
En mi caso parece ser que algún promotor de la censura simplemente decidió no publicar el artículo, que, repito, me fue solicitado. No he recibido, lo que es normal en este tipo de procedimiento, la evaluación del árbitro, con el juico acerca del porque no se publicó dicho artículo, entendiéndose que cuando la colaboración es solicitada la publicación está garantizada ya que supuestamente el autor es por sí propio responsable de su contenido. En materia de publicaciones debemos aplaudir el arbitraje, pero rechazar el arbitrio. Lo primero es el camino técnico honorable; lo segundo es el capricho y el juicio oculto, siempre interesado. En la propia academia debemos mantener con absoluta pulcritud el predicado elaborado por, entre otros, recientemente, el profesor Kwame Appiah, en su libro The honor code: how moral revolution happen (2010). Esto es, violar nuestros principios, por nuestra propia asociación gremial, es simplemente inmoral y un deshonor. El problema no es, entonces, el del funcionamiento de una burocracia, estatal o gremial, sino una cuestión de honor, de honra, esto es, de principios irrenunciables e innegociables.
Para ilustración envío CC del artículo, sin haber modificado ni una coma del mismo. Mis colegas sabrán juzgar si la APUCV procedió correctamente. No me molesta en absoluto que así haya ocurrido, en lo personal. Mi record de trabajos publicados, en revistas arbitradas –más de cien- y más de mil en revistas o publicaciones no arbitradas, son un aval, con una tasa de aprobación de 97.3 y de citaciones fácilmente cotejables.
Lo que me preocupa es como el virus de la censura aparece en el sitio menos esperado, en la propia APUCV. Mi deseo es que ello haya sido un simple incidente, que la APUCV rectificará y seguirá en su firme defensa de los principios y valores académicos. Sería terrible que la APUCV hiciese en casa lo mismo que con toda razón denuncia en la calle. Naturalmente, no soy guardián ni de la autonomía ni de la libertad académica. Simplemente creo que ambos principios son básicos para el normal funcionamiento del sistema educativo a nivel superior y si se la viola e ignora, por parte del gobierno de las propias instituciones –como en este caso a APUCV- pues se debilita a la comunidad académica. Por ello es de aprovechar esta oportunidad para alertar a la misma que estos principios académicos son frágiles, y que debemos hacer todo los esfuerzos posibles para sostenerlos activos y eficaces en su funcionamiento. Por ello debemos los miembros de la academia expresarnos, para rechazar, en todo momento, las amenazas que se ciernen sobre los principios de la academia, entre ellos la autonomía institucional, la libertad académica, la responsabilidad social la trasparencia y el sublime mandato de buscar y defender la producción de conocimientos, una actividad improbable si aceptamos estos predicamentos contra la libertad académica.
Alguien podrá decirme que con este comentario “le estoy dando municiones al enemigo”. En esta oportunidad valdría la pena preguntarse, ¿Quién es el enemigo? En el mapa de quienes atacan a la autonomía y la libertad académica no se halla la APUCV, pero es obvio que desde la misma debemos ser cuidadosos y pulcros, en esta materia. La libertad es un difícil ejercicio, que alude a temores a veces no identificados y que he examinado en mi análisis de lo que llamo la mentalidad autoritaria.
Dejemos el autoritarismo a quienes carecen de la suficiente flexibilidad intelectual y académica, apoyados en los fundamentalismos de siempre. Atengámonos, con valentía, a la mente abierta, flexible, retadora y si se quiere ingenua propia de los académicos, pero no permitamos abandonar discutir estas cuestiones, aun al precio de que los exámenes que hagamos de la libertad académica y de la autonomía universitaria puedan terminar aludiendo a lo que hacemos en nuestras instituciones incluyendo, en este caso, a nuestra organización gremial, la APUCV.
Las limitaciones a la libertad académica; esto es, la censura, no es un hecho ni gratuito ni casual, sino que tiene efectos negativos indeseables en contra de la integridad académica. Tengo un sentido pragmático acerca de la cuestión y en todo caso cabe recordar la ética de Brecht, porque si hoy aceptamos que la APUCV censure un artículo, en este caso mío, queda pensar que en el futuro harán lo propio, con otros colegas, según el capricho, voluntarismo y falta de ética de alguna persona con una tijera en la mano, para cortar, recortar y suprimir lo que no le agrade.
Me permito citar al final de esta comunicación una frase de alguien bien informado de estos menesteres, Alan Sokal, quien el 3 de noviembre de 2010, en relación a un caso de plagio, expresaba en una carta al Editor de The Chronicle, que (la corrupción académica) “…is rather an offense against the ethical norms of the scholarly community as a whole”. Por ello debo advertir a mis colegas que mi interés en la libertad académica y la autonomía de la universidad no obedece a unos principios expuestos en forma retórica, sino que los vicios que tengan lugar en la académica tienen valor, negativo, dañino para la salud académica. Por ello he escrito este documento, pues sería trágico que a las violaciones que provienen del externo de las universidades se añada una tendencia generada al interno de las mismas, que niega con la misma ceguera la defensa de los principios y valores de la academia.
Artículo para APUCV/COMPROMISO GREMIAL Nº 1 2010
Profesor Titular, UCV. Investigador Emérito, PPI.
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