Congreso Cultural Cabimas 2008

Once años y patinamos en el mismo sitio. Lo social se pone a reposar en un sillón y la antipolítica se coloca en una mesa mocha. Una oposición que se ocupa más de enlistar su nombre para obtener un curul, que dedicarse a levantar una oferta-país. La versión partidista que tenemos hoy, es de campañas, de vigilancia de votos, y no aspira otra cosa que poder, estatus, figuración y plata.

No creo en mesas unitarias porque su manera de hacer política, es unitariamente electorera, arribista y elitesca. Nos hace depender de ella, girar entorno a ella y delegar nuestros deberes ciudadanos en actores verticales, que siguen concibiendo un país de cogollos, caudillos y mercenarios del poder.

Actores que han demostrado poca profundidad política por estar pendiente de lo propio, mientras desconocen el sentir popular… Un lustro más y la actitud de los políticos de mesas, no ha sido otra que pactar lo que queda de democracia, llegar al 2012, y ver quien pinta mejor en el espejo, rumbo a Miraflores.

Entretanto el cordón marginal que nos rodea e ignoramos todos, nos demanda un simple gesto: aprecio e interés; ponernos en sus zapatos, en su propio drama.
No creo en mesas integradas por comensales que han llevado palo por una década y no han aprendido nada de nada. El trabajo de calle da pereza. Carecen de consenso para pactar un proyecto país. Perdieron capacidad de convocatoria (y pretenden monopolizarla) y meterse en un barrio, es riesgoso.

No creo en mesas que no le hablan claro a la disidencia, y no advierten que el gran problema está en el rechazo de las clases acomodadas, a una realidad que escuece sus narices: la miseria… La ‘tarea’ es drenar con marchas o diatribas con Lina Ron, Chávez o Mario Silva.

La pobreza y la exclusión no son el menú principal de las ‘mesas de negociación’, ‘coordinadoras democráticas’ o ‘mesas de unidad’. Cascarones vacíos de ideas y soluciones; alforjas de paja y de poses, que terminan empoderando grupetes a quienes endosamos la gran misión: ¡sacar a Chávez!
Lo que no queremos entender es que un brinco a un país sin Chávez, pero sin un modelo político alternativo, es más peligroso a lo que ahora tenemos…
Creo en consensos que no se reduzcan a lo electoral. En mesas que den y disipen el fondo del problema: la lucha de clases. Creo en una mesa que se ocupe de lo real, los relegados, terreno donde el adversario mantiene mejores esperanzas. Creo en una mesa de caras nuevas, preñada de iniciativas y juventud, de liderazgos de raíz, con de agendas a pie de calle. No más Ramos, Ismaeles, Enriques o Barbozas.

Creo en la libertad de los presos políticos. En líderes que no dependan de un dedo para lograr respaldo y reconocimiento. Creo en la política parida de la gente y de la pasión, no de la adjudicación.

Llegara el 26 -09-10. Saldremos a votar (de acuerdo). Pero nada cambiará. Porque el universo de lo social y de lo político -que pasa por sumergirse en el universo de los miserables, no en un tarjetón, ni en la contumaz obsesión de destronar a superman-, sigue siendo una tragedia sin careo y sin solución.