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“Yo he sido tierra desangrada y tan solo me han restañado mis heridas con el falso bálsamo de un utópico progreso donde la verdadera cultura ha sido nula. Mis hijos tan sólo se han contentado en ver alzarse tormentosos, chupadores de mi savia. Me han llenado de úlceras; pero hoy me he sentido con mi corazón repleto de alegría y esperanza ante la presencia de este evento que me ha traído un mensaje de un porvenir espiritual que redundará en progreso material, también. Así lo dice hoy la ciudad de Cabimas en este día glorioso”. Salvador Valero. Cabimas 1970.

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LOS QUE MILITAMOS EN LA UTOPÍA, SOÑAMOS Y LUCHAMOS POR ABRIR UN ESPACIO DONDE EL MAÑANA SE CONVIERTA EN UN LUGAR, DONDE LA HUMANIDAD PUEDA VIVIR MEJOR. LA UTOPÌA, NOS PERMITE IMAGINAR, SOÑAR Y CREAR EN LA DIALÉCTICA DE LA HISTORIA UNA CIVILIZACIÓN ALTERNATIVA QUE EN NADA SE PAREZCA A LOS MODELOS YA AGOTADOS LLAMADOS CAPITALISTAS O SOCIALISTAS. SI RENUNCIAMOS A LA UTOPÍA, ES ACEPTAR Y RESIGNARSE A VIVIR EN MODELOS ECONÓMICOS-SOCIALES IMPUESTOS, QUE SOLO HAN SERVIDO PARA ESCLAVIZAR A LA HUMANIDAD.
ENRIQUE CONTRERAS RAMÍREZ.
A veces la utopía aparece, como un ejercicio literario donde los poetas, escritores, intelectuales, constructores y arquitectos de la palabra, moldean un lugar imaginario donde la humanidad pueda ser feliz. Pero la utopía, siempre parte de una realidad a transformar de manera radical, de allí que la utopía es por naturaleza subversiva y creadora, que muchas veces tiene que ver con las cosas “simples” de la vida, pero que en el fondo plantean la subsistencia de la humanidad.

Cuando señalo que la utopía a veces parte de las cosas más “simples”, me refiero a que cuando un pueblo tiene hambre, no tiene trabajo, vivienda, vestido, tierra, salud, educación, en otras palabras futuro –entre otros factores- nacen allí las contradicciones que la propia historia va marcando y dentro de sus propias categorías (espacio, tiempo, sociedad) se generan las luchas para conquistar y lograr lo que le hace falta, es decir, lo que nunca ha tenido.

Es en medio de esas cosas “simples” que las ideologías tienden la trampa, se disfrazan de utopías, para poder engañar, manipular, generar esperanza, soluciones, promesas y donde la demagogia toma protagonismo hecha palabra, a través del discurso, la promesa que siempre huele a mentira y la movilización pasiva de los alienados para aplaudir y contemplar en una plaza, calle y en los propios medios de “comunicación”, al verdugo o verdugos como sus redentores, para luego desde los gobiernos establecer relaciones de poder entre dominantes y dominados, opresor-oprimido y desde ese poder crear sus propios imperios y manejar el país como si fueran feudos particulares.

Esas ideologías convertidas en poder por quienes las sostienen y las predican, sólo han servido para consolidar una clase en el poder, independientemente de su identificación ideológica y política y de sus sistemas económicos que desarrollen. Ese poder, que de manera alienada las masas están acostumbradas a obedecer, no se puede esperar que se promuevan cambios para dignificar la vida en comunión y menos impulsar revoluciones, pues los que ejercen el mismo, están conscientes que de darse esos cambios estructurales, quedarían desalojados del control que tienen y que a nombre de un “Estado” ejercen, manteniendo sus intereses de clase.

“Karl Mannheim distingue con buen tino entre utopía e ideología. La primera está cifrada en el sueño, en la esperanza en un cambio, en la creación de un hombre nuevo, sin las miserias del viejo. La ideología a veces se apropia de estos discursos para cimentar un poder que puede llegar a convertirse en un terrorismo de Estado, en nuevas formas de discriminación y opresión, algo que se parece más a una involución humana que a una evolución. Las ideas, de hecho, se convierten en ideología cuando se sostienen más en una forma de poder que en su propia racionalidad y fuerza de convicción, es decir, en todo aquello que motiva la libre adhesión a las mismas. Por eso dice Mannheim, las ideologías son siempre reaccionarias, mientras que la utopía es lo que cuestiona y se opone a ese poder arbitrario. En la medida en que tiende a destruir total o parcialmente el orden de cosas dominante, la utopía es un dinámico motor del progreso humano, que puede cristalizar incluso en rupturas radicales.” (COLOMBRES, Adolfo. América como civilización emergente. Edit. Arte. Pp.35).

Para muchos “intelectuales” de derecha o de la llamada izquierda, portavoces del capitalismo o del socialismo, lo que digo les parecerá una herejía, una forma de negarse a ver la realidad, un disociado, una simple locura, pero dentro de mi locura, hoy sostengo que las ideologías habitúan a la humanidad a no pensar, a ver una única “verdad”, a creer en que sólo hay un pensamiento único y desde ese pensamiento único, uno se cree con la “autoridad” para agredir, silenciar e imponer su forma de pensar y de esta manera silenciar al que no comparte nuestra óptica ideológica de ver el mundo.

Entiendo que las “verdades” del capitalismo o del socialismo real, forman parte de la lógica de la dominación, que arropa al mundo, pero ese mundo, esas civilizaciones dentro de esa lógica de la dominación comienzan a reaccionar y para ello se manifiestan en revueltas populares que surgen de cada lugar de la tierra. Los indignados de Europa, el movimiento indigenista latinoamericano, los movimientos estudiantiles y obreros del mundo, comienzan a señalar que las civilizaciones conocidas hasta ahora, no fueron capaces de emancipar la humanidad, que el socialismo y el capitalismo, como modelos económicos-sociales se agotaron y quienes ejercieron el poder desde esa óptica se corrompieron en el poder, hasta el punto de que por mantener el mismo maltratan, persiguen, engañan y asesinan a sus propios pueblos.

Hoy, hay quienes nos atrevemos a afirmar y sostener, que la rebelión de los saberes de nuestros pueblos, se empieza a manifestar con gran fuerza, la identidad cultural de los pueblos, comenzara en el presente siglo a desplazar las ideologías que se impusieron en el pasado. Se empieza a desbaratar las ideologías que sólo sirvieron para colonizar a nuestras sociedades, el pensamiento único como razón dominante no tiene cabida en la diversidad cultural de nuestros continentes y se comienza de esta manera aplastar cualquier forma de dominación, para poder alcanzar la libertad y la justicia. Se comienza en nuestros pueblos a buscar un Tercer Camino, que tenga como meta el respeto a la identidad del otro. La utopía toma la palabra.

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